Como en el capítulo anterior, se repite la intriga y los personajes se multiplican e interactúan. Todo se desarrolla alrededor de Joseph que cambia su nombre por el de Iván para esconder su origen judío. El protagonista es el reflejo de que nada es negro o blanco, que se puede ser cruel y generoso al mismo tiempo.
La serie consigue atraparnos y las ilustraciones están a la altura. Cada escena está lograda y consigue dar el ritmo adecuado a la acción.
Lo bueno es pensar que la historia todavía está en sus inicios porque quedan unos cuantos tomos más. Así que, con gran placer, sólo tengo que anunciar: Continuará...
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