viernes, 13 de abril de 2012

El Teatro del Absurdo

La época dorada del Teatro del Absurdo son los años 50, en el contexto de la caída del humanismo y el  traumatismo causado por la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, hasta 1961 no se acuñaría el término y será en los años 70 cuando realmente se manifieste su influencia que inevitablemente llega hasta nuestros días.

No se trata de un movimiento, una escuela, nos encontramos con un panorama bastante heterogéneo en el cual podríamos destacar autores como Samuel Beckett, Jean Genet, Eugène Ionesco, Arthur Adamov y por la parte que nos toca, Fernando Arrabal. 

Es un nuevo teatro que rompe con los géneros más clásicos y cuyo punto de partida es "lo absurdo de la vida". Son obras plagadas de palabras y acciones contradictorias (en una escena de "Esperando a Godot" los actores se despiden, pero no se mueven) que tratan de cuestionar el sentido del mundo, encuadrándose dentro de la corriente filosófica del existencialismo que ya habían experimentado autores como Albert Camus con "El extranjero" o Jean Paul-Sartre con "El ser y la nada", cuyos personajes simplemente deambulaban por la vida.

Mi madre me dice a veces que soy "una existencialista" y en realidad lo absurdo siempre me ha atraído, sobre todo la parte que implica ver el mundo con humor: el dilema eterno del tiempo, la libertad física o metafísca, la naturaleza de la humanidad, la vida y la muerte. Somos nosotros los que de forma individual creamos el significado y la esencia de nuestras vidas, si es que la tiene. 

Pero volvamos a la magia del Teatro del Absurdo. 

El lenguaje queda restringido a una función puramente lúdica, en ocasiones los personajes luchan por encontrar el sentido de las palabras con anguistia, poniendo de manifiesto la dificultad del hombre para comunicarse. Como afirmaba Eugène Ionesco: Cuentan sólo las palabras, el resto es charlatanería. 

Los personajes son arquetipos que tienen una imagen irreal de ellos mismos, de los demás y finalmente del mundo, en lo que podría considerarse como una búsqueda infructífera de su propia identidad. En definitiva, se hacen preguntas y establecen hipótesis, cuestionan el mundo, pero al final no hayan ninguna solución a los problemas planteados. Es absurdo.  

Algunos apuntan las influencias de los surrealistas y los dadaístas en estos autores. Personalmente me quedo con las raíces cinematográficas del movimiento: Charles Chaplin, Stan Laurel y Oliver Hardy (El Gordo y el Flaco), Buster Keton y los Hermanos Marx. 

Os dejo con la escena del espejo de Sopa de Gansos





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