Es increíble cómo de repente se pueden poner en marcha los mecanismos del laberinto de tu cerebro hasta llevarte a lugares en los que viviste en la infancia. O con los que te reiste. Este es el caso de la peli de Le petit Nicolas (Tirard, 2009) que aunque puede que no sea nada del otro mundo me ha hecho recordar tantas cosas que estaban en mi subconsciente... Y yo sin saberlo!
Que Renné Gosciny (1926-1977) es un clásico de la literatura infantil nadie puede ponerlo en entredicho (El Petit Nicolás, Asterix y Obelix, Lucky Luck, Iznogoud). Y aún así no deja de sorprenderme su capacidad de empatía para ponerse en la mirada de un niño (o en la de un niño-adulto como es el caso). Por supuesto las imágenes de Jean-Jaques Sempé acompañan, ¡y tanto! hacen que las novelas se inscriban con fuego rojo en la memoria.
Nicolás tiene hoy 53 años y las historias que comparte con sus amigos siguen siendo igual de entrañables. Los personajes, tan bien caracterizados, parece que sean amigos íntimos de los que sepamos advertir cada una de sus reacciones. Como si un colega te estuviese contando la última que hicieron aquél día, o lo que pasó en ese viaje. Compartiendo triunfos y humillaciones, situaciones infantiles que sólo a través de los años logras entender.
O al contrario.
Cuando era niña, comprendía muy bien lo que contaba Nicolás, estaba en su piel y tenía toda la razón del mundo con sus reivindicaciones.
En la película los dos personajes que más me han gustado sin ninguna duda han sido los siguientes:
1. Agnan: El sabelotodo, el preferido de la profesora que siempre levanta la mano, no se le puede pegar porque lleva gafas (aunque alguna se escapa), el chivato.
2. Clotaire: Que quiere ser ciclista profesional y siempre está pensando en su bici. Se sienta al final de la clase, nunca se entera de nada y siempre le castigan cara a la pared. El actor que lo interpreta es el futuro Gabino Diego del cine francés. Me encanta.