¿Y es para tanto? Pues sí... y no. Sí porque se trata de una película emotiva, con una fotografía en blanco y negro muy interesante, una gran interpretación de los actores y el encanto simpático del lenguaje gestual, muy original en los tiempos que corren... Y no porque la trama y el argumento tampoco son nada del otro mundo y porque las expectativas (malditas expectativas) que me había hecho no han quedado demasiado satisfechas.
Me quedo sobre todo con el encanto de los años 20 y, en especial, con el vestuario (que también ha ganado el oscar). Con esa melancolía de esas estrellas holliwoodienses en blanco y negro, los caracolillos y los sombreros, el claquet y el cabaret, los bigotes que casi parecen garabatos de niño pequeño... Y en especial, me quedo con las "flappers".
Esta corriente de moda ("garçonnes" en francés, no existe término concreto en castellano) apareció tras la primera guerra mundial y duró hasta el crack de 1929. Reivindicaba la igualdad de sexos, reflejo de un cambio cultural femenino que acompañaba al estético: faldas cortas, sin corsé, pelo cortado a lo garçon, cigarrillos con largas boquillas, collares y pulseras de cuentas, abundante maquillaje... Las mujeres comenzaron a conducir y a beber licores fuertes y bailaban al nuevo ritmo del jazz o del charleston. Eran unas auténticas hedonistas, liberales y con ese punto de locura. Y tan divertidas...
De las "flappers", la más conocida fue Clara Bow. Menuda vida... Algún día queda pendiente leer su biografía. Por el momento, aquí os dejo con algunas de las fotografías que más me gustan.
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