lunes, 20 de mayo de 2013

"El arte de volar" de Antonio Altarriba y Kim

"El arte de volar" (2009) es uno de esas historias gráficas que se convierten en esenciales. Lo que cuenta no deja de ser la historia ordinaria tantas veces recreada en el ámbito de la cultura española a través del cine, de la danza, la literatura o la música. Es el devenir de un hombre de origen humilde en el convulso y particular momento del S.XX español.

Por ello, encontramos las referencias que siempre aparecen aquí o allá y que tienen que ver con la II República, con la pobreza y la injusticia, con los bandos de la guerra civil, el exilio o la resistencia francesa, la hipocresía de las relaciones íntimas, el franquismo y el despegar económico de una España que todavía tarda en deshacerse de los fastasmas oscuros que marcaron para siempre las vidas de nuestros antepasados.

¿Qué es, entonces, lo que tiene de especial? Pues sin duda el ritmo que la viñeta impone y que nunca hasta entonces se había explorado de esta manera. Se trata de una biografía contada por el hijo del protagonista lo que la hace todavía más sensible. Siguiendo la misma táctica que en Maus de Art Spiegelman el autor habla con la voz de un padre que sabemos recienmente fallecido, admirando enormemente sus fortalezas, su capacidad de superación, su resistencia ante una serie de situaciones frente a las que tuvo que adaptarse pero también, sus puntos débiles y sus traiciones. Todo aquello que hacen de un padre una persona más vulnerable, más humana y por ende también, como se desprende en éstas páginas, tan querida.

Se convierte en un homenaje a una persona ya desaparecida y del mismo modo a toda una generación. ¿Cómo entender el mundo con 90 años en un geriátrico, cuando una vida ha estado tan repleta de vida? Supongo que Antonio Altarriba trata de dar respuesta de esta manera al suicidio de su padre, que es como comienza el relato.

Las historia se relata en cuatro capítulos diferenciados cronológicamente: 3ª Planta 1910-1930 El coche de madera; 2ª Planta 1931-1949 Las Alpargatas de Durruti; 1ª Planta 1949-1985 Galletas Amargas y Suelo 1985-2011 La madriguera del topo.

Cada uno me ha gustado por separado. La 3ª Planta porque es quizás el capítulo que más veces he oído relatado: la crudeza del campo, los deseos de volar libre fuera de ese ambiente opresivo, donde sólo queda espacio para los más rudos. La 2ª Planta, que es la más extensa, por el convulso momento que retrata. La guerra civil, lo aleatorio de los bandos y de seguir con vida, la época juvenil donde los ideales y los compañeros eran todavía sinónimo de esperanza en el mundo. La 1ª Planta, la época del franquismo, por retratar tan bien las relaciones matrimoniales marchitadas que muchas veces se daban y esa especie de halo triste que enrarecía el ambiente sin dejar a las personas simplemente ser. Y el suelo, porque es un relato de esos duros que hablan sobre la vejez, como Arrugas de Paco Roca, ojalá pudiésemos llegar a la vejez de otra manera. Desde la alegría juvenil hasta el ocaso más amargo, si algo tengo que objetar a esta obra es que todavía me resigno a adoptar ese camino como ineludible.

Las metáforas, fruto del excelente y clásico guión, me han gustado. Como ésa en la que se practica la mordida de la tierra y poco a poco los labradores van levantando muros para que no les arrebatasen centímetros de sus paupérrimas propiedades que había que segar con hoz hambrienta, tal y como relata en primera persona el narrador:

- Peñaflor entró en la lista pronto innumerable delos pueblos que ponen barreras al campo. Y, como algunos no dudaban en desplazar los muros más endebles para ampliar sus terrenos, otros los reforzaban hasta convertirlos en pequeños castillos. A mí y a los demás chavales de mi edad nos dejaron sin vistas. Y los muros aumentaban de altura con mayor rapidez que nosotros de estatura. Así que crecí con el horizonte cegado por una frontera de ambición... o, quizá, más bien de miseria. En cualquier caso crecí. Crecí lo suficiente para encaramarme a las barreras... para burlar algunas... para saltar otras... pero nunca crecí lo suficiente para poder superarlas definitivamente. 

Volar... Al final se trata de eso. Volar y huir de un destino mísero, tosco y casi prehistórico. Y un coche, un hispano suiza que se convierte en un sueño del destino y que además contribuye a ello.


Me alegra además que esta obra esté ambientada en sus inicios en Aragón. Primero en Peñaflor - que ahora es un barrio rural de la capital y Zaragoza también.

Kim, que a mí me hasta el momento me era conocido por Martínez el Facha del Jueves, realiza un estupendo acompañamiento del guión.

"El arte de volar" ha recibido, entre otros galardones, el premio nacional de cómic de 2009 - y ese mismo año, pero con anterioridad, el de la librería Cálamo de mi ciudad que cumple 30 años. Es una gran alegría contar con él en mi librería y solamente espero que por aquí prosigamos en el desarrollo de éste género que ofrece tantísimas posibilidades tanto narrativas como gráficas.

Que así sea.

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