viernes, 8 de junio de 2012

"Una forma de resistencia" de Luis García Montero

Qué decir de Luis García Montero que es para mí, sin duda, uno de esos escasos "poetas vivos" del S.XX-XXI español, por no decir EL poeta.

En prosa, reconozco que su obra Mañana no será lo que Dios quiera (2009) no me acabó de convencer, más que nada porque me pareció demasiado cargada de poesía, casi barroca, y el argumento no me sedujo particularmente. Todo ello se disipó con Almanaque del fabulador (2003), una colección de artículos que el autor publicó en El País Andalucía y se ha vuelto a confirmar con Una forma de resistencia (2012). Y es que creo que el escritor granadino gana muchísimo más en las distancias cortas. Es entonces cuando logra contagiarnos de la necesidad de la poesía en este mundo, explicada en este caso a través de las cosas. Tema muy recurrente al que últimamente me estoy aficionando, empezando por Georges Pérec.

El libro es una especie de inventario que cuenta la pequeña historia o reflexión que se esconde detrás de objetos especiales para el autor. Si algo consigue García Montero, y es precisamente en lo que radica su excepcionalidad, es poner nombre a sentimientos de nuestra vida cotidiana que son muy difíciles de explicar, dotar a la poesía por contradictorio que parezca de una dimensión práctica. Os dejo con uno de los últimos fragmentos que más me ha gustado, porque además es un mensaje muy positivo en estos tiempos que corren: 

Otras cosas no se olvidan, y se convierten en deudas si están lejos de nosotros. El azar no es caprichoso, va en la dirección que busca, pero camina de forma irregular, dejando a su paso una estela de lagunas, cajas cerradas y lugares vacíos en el inventario de nuestras pretensiones. Las deudas anidan por largo tiempo en la imaginación y nos definen tanto como nuestras manías. En la intimidad del deseo somos el libro que no hemos leído, la ciudad que no hemos visto, el idioma que no hemos estudiado, el amor adolescente que no llegamos a consumar. Las sólidas personalidades de cemento viven como si no tuvieran huecos, asfixiadas en su propia perfección. La gente con lagunas y rotos está más aireada, el viento cruza por ella, y la costumbre del viento es arrastrar de vez en cuando alguna sorpresa. 
Faltos de dioses y de mandamientos, nos enganchamos a la vida gracias a nuestras deudas. Deudores de nosotros mismos, no nos perdonamos del todo para seguir manteniendo una quebradiza ilusión de futuro (...) 


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